Por David Úbeda, voluntario con El Bassma en verano de 2018:

A veces, menos también puede ser más. A veces con menos se puede ser más feliz. Es imposible llenarse del amor del otro con el corazón lleno de nosotros mismos. Solo cuando eliminas todo aquello que te sobra, lo superficial, aquellas cosas sin las cuales podrías seguir viviendo, se deja ver con más claridad la esencia de la humanidad, aquello que llena todo de sentido, el amor. Y nadie, absolutamente nadie, es indiferente al amor.

Una experiencia nos estaba esperando. Las calles llenas de cultura, olores y comida. La gente alegre y sin preocupación. Su cultura y religión. Esos ritmos y danzas que pretendes seguir pero que solo ellos dominan porque lo llevan en la sangre. Pero sobretodo los niños que me esperaban en la escuela con los brazos abiertos para abrazarme sin conocerme. Niños y niñas de diversas edades con ganas de aprender de nosotros y nosotros de ellos. 

Visitamos el orfanato. Unos días muy duros para mi. Entrar y tener la sensación de tirarme una jarra de agua helada por encima. 

Ves la dura e injusta vida de esos pequeños que te esperan con los brazos abiertos para que los cojas de la cuna, que no te sueltan para nada y que todo lo que regalan es su mejor sonrisa al abrazarles. Ahí me di cuenta de la suerte que tenia en mi vida. Te das cuenta que una sonrisa sincera es el mejor método de cambio. Ver sus caras de alegría me llenaba el corazón.

También fuimos al proyecto que se estaba comenzando en las montañas del Atlas, donde un montón de niños nos esperaban ilusionados, con ganas de abrazarnos. Una realidad completamente diferente a la que yo, como monitor y voluntario de niños en mi día a día, estaba acostumbrado a vivir.

Lo más duro del viaje, la despedida, despedirnos de todos esos niños, dolió mucho, nos fuimos de ahí sin ganas, pensando que sera de ellos..

Sientes como si estuvieras dejando una parte de ti con ellos.

Lo más reconfortante es saber que no estabas solo, que para cualquier cosa que necesites  van a poner todo su empeño. Acogedores, hospitalarios y curiosos, son las palabras con las que definiríamos a los habitantes de Errachidia. Hay que tener en cuenta al gran equipo de coordinadores que estaban pendiente de cada uno de nosotros. Ayudándonos, enseñándonos su cultura y religión y dándonos lo mejor de cada uno de ellos. Sin duda una lección de vida. Una experiencia que animo a vivir. 

Con amor y humildad no existen barreras entre las personas.

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