Sin ocupación alguna durante los meses de verano en los cuales no deben caminar varios kilómetros hasta su escuela más cercana, los pequeños bereberes suelen ocupar su tiempo jugando en los alrededores del pueblo y siguiendo a las chicas más jóvenes que salen en busca de caracoles o cañas para la elaboración de mimbre. Claramente separados de ellas en grupos –las niñas van por su lado y ellos también- solo los más pequeños que todavía no se valen por sí mismos están a cargo de sus hermanas mayores, algunas con las que apenas se llevan unos años, mientras sus madres realizan acompañadas de sus vecinas todas las tareas del campo y de la casa.

Muchos de ellos cuando terminen la etapa de educación primaria tendrán más oportunidades que sus compañeras de seguir estudiando,  y si bien tendrán que desplazarse, lo harán contando con el beneplácito de sus padres. Algunos de ellos llegarán incluso a la universidad y abandonarán por un tiempo el pueblo, una situación que será más difícil ver en las jóvenes de la aldea bereber. Otros por el contrario preferirán permanecer en las montañas y se dedicaran a la agricultura, eso sí, buscando una compañera de vida que les “ayude” en las labores del campo.

Autora: Sara Martín

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